¿Crees que a tu spa le falta estilo? Así se viste un auténtico templo del relax

Desde Carmela Martí te mostramos cómo vestir un spa con los textiles adecuados para cada espacio y mobiliario

Los spas son refugios del estrés, burbujas de calma donde el cuerpo y la mente se relajan. Pero ¿realmente conoces cómo vestir un spa, cómo es la decoración textil de estos espacios? Hay que tener en cuenta que los textiles son una de las primeras cosas que percibe el cliente al entrar en una sala de tratamiento.

Vestir un spa no consiste solo en poner toallas blancas. Es crear una experiencia envolvente que se ve, se toca y se siente. Cada spa tiene su esencia. ¿Por qué no reflejarla también en los textiles? Hoy en día se pueden personalizar fundas, faldones, mantitas e, incluso, los rulitos con el logo del centro o con detalles que refuercen la marca. Un gesto sencillo que convierte algo genérico en exclusivo y que se distingue frente a la competencia.

Cubre camillas: que no se vea lo que no debe

Uno de los errores más comunes a la hora de vestir un spa es dejar a la vista la camilla “tal cual”. Y no, no vale con una sábana fina que se arruga a los cinco minutos. Lo ideal es cubrir la camilla con faldones a medida, que vistan la base y den continuidad al ambiente. Además, siempre recomendamos tapar las patas de las camillas. El resultado es espectacular al crear un espacio más ordenado, elegante y relajante.

El cliente viene a relajarse, pero también quiere sentirse mimado. Las mantas ásperas o los tejidos fríos no tienen cabida aquí. Opta por mantitas mullidas y colchas y fundas nórdicas finas y suaves que abracen el cuerpo. Todo ello, por supuesto, fácil de lavar y resistente al uso, porque el relax no está reñido con la funcionalidad.

Olvida los colores estridentes. La clave reside en los tonos neutros y pasteles, tales como blancos rotos, grises suaves, beige, verde salvia o azul muy claro. Es decir, tonalidades que calman a simple vista y combinan con todo. El textil, igual que la luz, debe acompañar ese ambiente íntimo y sensorial.

Todo ello se complementa con almohadas pequeñas y ultrasuaves, rulitos para el cuello o la zona lumbar y fundas personalizadas. Cada detalle suma en la experiencia del cliente. Porque un vestir un spa no solo se nota, se recuerda.

Por eso, si quieres que tu espacio de wellness transmita lo que realmente ofrece —paz, bienestar y profesionalidad—, empieza por los textiles. Además de proteger y decorar hablan por ti, sobre todo si están diseñados a medida y personalizados como hacemos en Carmela Martí.